Un hombre alto y delgado, de cara pálida, ojos pequeños y hundido. Su negra y larga barba le dan un aspecto aún más sombrío. Parece estar cansado de andar por las brañas vestido con una zamarra de musgo, sombrero de hojas, escarpines de piel de lobo y una flauta de madera desconocido que transporta en un zurrón. Su andar es lento, pero nunca se detiene.
Nadie lo ha oído hablar, pero en los montes de Cantabria todo el mundo le respeta y le conoce. Se dice que muchos son los pastores que le deben la vida, Y es que Musgoso sólo vive para hacer el bien en el monte, para avisar de los peligros de la naturaleza, del Ojáncano y de otros seres malignos. Compasivo y trabajador infatigable, repara las chozas de los vaqueros derribadas por el temporal.
A veces toca la flauta interpretando melodías dulces y a la vez muy tristes. Pero nunca toca la flauta de noche, por la noche, silba. El sonido de la flauta del Musgoso hace que los pastores se protejan del temporal que llega, guardando los rebaños y buscando refugio.
Otras veces lo que alerta a los pastores no es ni un silbido, ni el sonido de su flauta, sino unos ruidos característicos como de una rama que se desgaja o una piedra que rueda monte abajo. Esto hace que los pastores estén muy atentos, pues es señal de que algún peligro les aguarda.
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