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LA PENÍNSULA DE LA MAGDALENA

LA PENÍNSULA DE LA MAGDALENA

Texto de Lola Sanz

La Península de la Magdalena ocupa una extensión aproximada de 25 hectáreas. Es uno de los resaltes topográficos del entorno de la Bahía de Santander, el estuario más grande de Cantabria. El acceso hasta la Península, si no se hace por mar o por las playas que dan a la Bahía, se produce habitualmente por la Avenida de Reina Victoria y calle Juan de Borbón, a través de la entrada del parque municipal, situado hacia el oeste, en la parte más estrecha de la Península. La entrada es libre, con horario de 8 a 22 horas, y no se puede hacer en coche, a no ser que se disponga de autorización expresa. Varios caminos pedestres atraviesan el lugar, que es muy accesible, aunque hay que tener cuidado con las zonas de acantilado. El camino más transitado, sin embargo, es la calzada que circunda la Península, que ofrece magníficas perspectivas costeras.

Uno de los atractivos de la Península es su entorno natural, con espectaculares paisajes marítimos y una notable riqueza arbórea.

 

Fotografía de José Miguel Crespo.

 

La vertiente sur de la Península ofrece un magnífico panorama de la Bahía de Santander, con la orografía interior de la región como hermoso telón de fondo. En este lado se encuentran dos de las playas santanderinas, extensas y agradables: la playa de la Magdalena, más hacia el oeste, y la playa de Bikini, llamada así a finales de los años cincuenta por ser aquí el primer lugar donde se pudo contemplar esta prenda sobre los cuerpos de las estudiantes y turistas extranjeras. En frente de esta playa se halla la isla de la Torre (a la que algunos lugareños llaman erróneamente “isla de los Ratones”), en la que se sitúa la Escuela de Vela. Muy cerca de esta peña está la isla Horadada, enclave importante para el imaginario local, puesto que, según cuenta la leyenda, las cabezas de los Santos Mártires Emeterio y Celedonio la traspasaron sobre una barca de piedra. Hace unos pocos años una tormenta derribó el puente natural de roca que daba nombre a la islita, que cuenta con un pequeño faro.      

 

Fotografía de José Miguel Crespo.

Fotografía de José Miguel Crespo.

 

    Siguiendo su perímetro desigual, la Península presenta varias “puntas” o salientes: la Punta del Puerto y la Punta El Higar, hacia el este, y la Punta del Caballo y La Palomera, hacia el norte. Prácticamente desde el comienzo del istmo, se va ascendiendo en altura hasta llegar a la cota máxima en el propio Palacio, que se encuentra casi rodeado por los más espectaculares acantilados de esta zona. En dirección noreste puede contemplarse una de las islas más importantes de la costa cantábrica, la isla de Mouro. Situada a pocos metros del comienzo de la Bahía, es un enclave fundamental para navegantes y pescadores, con su faro de Cabo Menor. Además destaca por la riqueza de su reserva natural. La parte norte de la Península ofrece una magnífica vista del abra del Sardinero hasta el faro de Cabo Mayor.

 

Fotografía de José Miguel Crespo.

 

La Península de la Magdalena ofrece una notable variedad de especies arbóreas: arces de Montpellier, alisos, chopos, cipreses, encinas, eucaliptos, fresnos de flor y comunes, laureles, olmos, pinos de Alepo, marítimos y piñoneros, robinias, tamarindos, etc. Si se recorre la Península yendo por el sur, siguiendo la carretera de las Caballerizas, se observan filas de plátanos en sus bordes. A mano izquierda, ejemplares de encina, palmera y pino piñonero. Detrás de las Caballerizas hay, entre otros ejemplares, álamos blancos y chopos. Más adelante, en el entorno de las pistas de tenis, aparecen especies muy variadas como abedules, ailantos, aligustres de China, avellanos, hayas, palmeras canarias, pinos piñoneros y tilos. Siguiendo la carretera, con el faro de la Cerda a la derecha, aparece un excelente conjunto de grandes pinos de Monterrey (uno de los cuales tiene tres metros de diámetro) y un cedro del Líbano. Poco antes de terminar de ascender hasta el Palacio se aprecian otros ejemplares llamativos, como otro pino de Monterrey en el lado derecho de la calzada. Desde el Palacio hasta el Museo del Hombre y el Mar, en la parte norte de la Península, se desciende entre pinos marítimos, alisos italianos y tamarindos, especie predominante en la zona del zoológico. El interior de la Península, como se aprecia en el camino que asciende desde las Caballerizas hasta la explanada del Palacio, ofrece vegetación naturalizada de fresnos floridos y olmos, además de importantes poblaciones de eucalipto y pino.

En la parte norte de la Península, junto al denominado “Museo del Hombre y el Mar”, y limitando con acantilados naturales, se habilitó a mediados de los años ochenta, siendo alcalde Juan Hormaechea, un pequeño zoológico en el que sobreviven lobos y leones de mar, focas, pingüinos y otras especies de aves.

 


Un recorrido por los principales lugares de la Península

El recorrido comienza por la entrada del Real Sitio, junto a las instalaciones de la Real Sociedad de Tenis. Muy cerca se encuentra un antiguo cuartel de la Guardia Civil, curiosa construcción con torreón almenado, levantada en 1924 por Javier González de Riancho, uno de los arquitectos del Palacio. Precisamente él fue quien diseñó en 1914 una portalada monumental de acceso a la península, nada que ver con la que hoy marca el límite con el parque. El recorrido lo haremos siguiendo la carretera que bordea la Península, en sentido contrario a las agujas del reloj.

 

Fotografía de José Miguel Crespo

 

El Campo de Polo de la Magdalena

Al comienzo del parque se ve a mano izquierda, hacia el norte y fuera del parque, instalaciones de la Real Sociedad de Tenis y seguidamente la casa de los antiguos jardineros y guardeses de la finca, sencilla edificación de estilo inglés.

A la derecha, hacia el sur, se encuentra la Campa de la Magdalena, un espacio plano relativamente extenso, destinado a diversos usosLa afición de Alfonso XIII a la práctica del polo había obligado a crear campos en la Casa de Campo y en La Granja de San Ildefonso, antes de construirse éste. El espacio fue urbanizado por Javier González de Riancho en 1914, incluyendo la pared y balaustrada sobre la playa de Bikini. Aquí se han celebrado acontecimientos como la semifinal de la Copa Davis de 2000 o el Torneo de Polo 250º aniversario de la Ciudad de Santander. Cada año se prepara para acoger conciertos multitudinarios y concursos hípicos. Al fondo de la Campa, junto a las Caballerizas, está instalada una zona de recreo infantil.

Las Caballerizas Reales

Las Caballerizas Reales constituyen, con el Palacio, el edificio más importante de la Península, por su historia y su íntima relación tanto con los veraneos regios como con la Universidad Internacional. Se encuentran, además, en una zona de especial riqueza paisajística, lo que aumenta su encanto, especialmente desde que en junio de 1994 finalizara su imprescindible rehabilitación, dirigida por Luis de la Fuente.

Las Caballerizas fueron construidas en un inconfundible estilo “inglés” en el año 1918, según un proyecto que Bringas y Riancho ya tenían en 1914, pero que fue ampliado por éste último tres años más tarde. Al parecer, se aprovechó la existencia de unos antiguos pabellones militares para construir este edificio que los reyes usaron como establo y como garaje. Se trata de un ejemplo del estilo “pintoresco” con el que solían resolverse las dependencias auxiliares de las casas de campo de principios del siglo XX: planta y desván, con patio semicerrado y distinción de un espacio destinado a los coches y otro a los animales. El paisajista francés M. Forrestier había proyectado una plataforma ajardinada junto al edificio, que no llegó a realizarse.

Dedicada a “Residencia de la playa” por la Universidad Internacional, en los veranos de 1933, 1934 y 1935 actuó en el patio la compañía de La Barraca, dirigida por Federico García Lorca. Una lápida de cerámica, donada por la escultora Isabel Garay e instalada en la parte baja de la torre, recuerda este notable hecho.

En la actualidad, las Caballerizas están perfectamente habilitadas como residencia de estudiantes de la UIMP. El edificio cuenta con 54 habitaciones dobles, dos de ellas diseñadas para uso de minusválidos. La planta presenta dos patios unidos por una torre. Asimismo, dos entradas, una hacia el oeste, que da acceso a un patio ajardinado y flanqueado por dos cuerpos constructivos dedicados a habitaciones, y otra entrada hacia el sur, por un patio en el que se disponen tres aulas, dos de ellas con capacidad para medio centenar de personas, y otra para 70, aproximadamente. Las dos primeras llevan el nombre del poeta Pedro Salinas, secretario de la Universidad en 1933-1936; la otra está dedicada con toda justicia a la memoria de quien fuera rector de la UIMP en 1989-1995, Ernest Lluch Martín, asesinado en 2000 por una banda terrorista a la que no merece la pena ni citar.

 

 

Fotografía de José Miguel Crespo.

 

 

 

 

 

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