Por MIGUEL MACHÍN
Hace poco he oído en las noticias que los supermercados, gasolineras o establecimientos similares podrán vender medicamentos -por así denominarlos- corrientes. O mejor dicho, los populares genéricos, que todos conocemos y que no se adquieren con receta. La reacción en algunos farmacéuticos ha sido de total rechazo. Alegan que para vender un medicamento, aunque sea sin receta, hay que saber venderlo, conocer su composición, efectos y demás características.
En resumidas cuentas, que para vender medicamentos hay que estudiar una carrera (lógicamente, la de farmacia) y tener unos conocimientos, según dicen algunos o casi todos los farmacéuticos. Aparte de eso, el titular de una farmacia tiene que estar lógicamente colegiado en el respectivo colegio profesional.
Con catorce años comencé mis estudios de hostelería en la rama de cocina. Vamos, que estudié para ser cocinero o lo que hoy fina y modernamente denominan restaurador -o chef, como se dice de toda la vida en nuestro país vecino, Francia-. Personalmente, me siento más cómodo y me identifico más denominándome o contestando cuando me preguntan cuál es mi profesión, diciendo cocinero.
A la vez que estudiaba, cuando llegaba el fin de semana iba a trabajar a restaurantes para aprender, sumar práctica y, a la vez, ganar un dinerillo, que no venía mal. En verano trabajaba la temporada estival al igual que en las épocas de temporada alta como navidades o semana santa. Mis doce y catorce horas de trabajo diarias no me las quitaba nadie. Era lo que se dice ‘hostelería antigua’.
Todo este esfuerzo hizo que, con 22 años, me lanzara al mundo empresarial montando mi propio negocio, que conservo hasta el día de hoy después de 25 años a base de mucho sacrificio, preocupaciones por los pagos y por hacer mi trabajo lo mejor posible. Todo ese esfuerzo de años empezando tan joven, de lo que estudié y aprendí en la escuela de hostelería, los restaurantes donde trabajé y el constante enriquecimiento personal que hay que hacer para innovar el propio estilo de cocina de uno mismo, derivaron en poder montar mi propio negocio.
Esto mismo que yo hice lo han hecho muchos cocineros, camareros o profesionales formados en las escuelas de hostelería o formados a base de trabajar en el gremio desde muy jóvenes.
Al igual que los farmacéuticos y otras profesiones en las cuales se exigen unos requisitos como estar titulado y colegiado para desempeñar las funciones de la propia profesión -y que me parece muy correcto y lógico- en el gremio de la hostelería debería ocurrir exactamente lo mismo. Vivimos una época donde las personas, la gente, se está quedando sin trabajo debido a los grandes problemas económicos que estamos pasando. Y debido a toda esta vorágine hay un gremio que, en gran parte, está siendo el pagano: la hostelería.
¿El recurso, lo fácil, lo que saben hacer todos, dónde se gana dinero más rápido y dónde todo es de color de rosas? En la hostelería.
Y digo yo: Un farmacéutico, un abogado, un arquitecto o cualquier profesional que para poder desempeñar su trabajo tiene que contar con titulación académica puede montar perfectamente un negocio de hostelería sin poseer titulación ninguna. Y, lo que es peor, ninguna experiencia demostrable en el sector hostelero.
El intrusismo que existe en el gremio de la hostelería es impresionante. No me puedo basar en cifras exactas, pero me arriesgo a decir que es el sector más contaminado de trabajadores y empresarios sin experiencia alguna. Por eso, entiendo que debería existir una regulación, unos requisitos mínimos para poder desarrollar el trabajo de hostelería o para poder montar una empresa hostelera. Una experiencia demostrable de cinco a diez años o una titulación hostelera bastarían para poder ser parte del gremio, tanto como trabajador como empresario.
Así, se conseguirían aspectos más positivos y una mayor calidad en todos los aspectos.
Y mi pregunta es: ¿Por qué un farmacéutico, un arquitecto, un médico o un abogado pueden montar una empresa de hostelería a su nombre y ser el dueño de esa empresa y un hostelero no puede montar un bufete de abogados a su nombre y contratar a letrados titulados? ¿O un estudio de arquitectura y contratar a arquitectos? ¿O una farmacia y contratar a farmacéuticos? Y así con muchas profesiones…
He de de decir que para vender comida hay que saber tratar los alimentos con extremo cuidado, que no se juega con la salud de las personas que vienen a nuestros establecimientos poniéndose en nuestras manos. Todo eso no se aprende con un simple carnet de manipulador de alimentos. Se aprende en las escuelas de hostelería y con la experiencia de unos cuantos años.
Tengo la fé ciega de que algún día las cosas cambiarán en mi gremio. Que tomarán el rumbo acertado. Entonces habrá una hostelería simplemente MEJOR.
Artículo de Santander en tu mano.
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