Construcciones rurales y populares realizadas íntegramente en madera, muy arraigada en todo el norte peninsular. La construcción consta de cuatro pilares, que eleva la estructura a un metro y medio del suelo más o menos y se denominan pegollos, sostienen cada uno de ellos una piedra, sobre la que se apoyan vigas gruesas que forman el entramado del suelo. Las paredes están realizadas con tablones de madera, con escasa decoración que se centra en las vigas y postes que enmarcaban la puerta y las tablas centrales del frontón, estando cubiertos por tejados a dos y a cuatro aguas. La subida al hórreo se realiza por una escalera externa siempre fija y nunca adosada al hórreo.
Abundantes durante la Edad Media fueron substituidos en la Edad Moderna por las solanas de las viviendas que realizaban la misma función. Los pocos ejemplares existentes probablemente son todos de la Edad Moderna.
La construcción de un granero aislado del suelo, cubierto, seco y fresco necesario para preservar el cereal en unas condiciones idóneas para su consumo. Así como, el pan, los frutos secos, legumbres y los productos derivados de la matanza del cerdo, tan necesarios para la subsistencia de las familias campesinas.
En Cantabria, los hórreos tenían planta cuadrada, siendo muy similares a los asturianos. En la región únicamente se conservan en Liébana, además de alguno aislado como el de Cades (conocido como “la panera”), en otras zonas de la región. Los cartularios del monasterio de Santo Toribio de Liébana y de la abadía de Santillana del Mar ya acreditaban la existencia de hórreos en el siglo IX. En la Edad Moderna, los inventarios testamentarios constatan la presencia de graneros aéreos en Liébana, Trasmiera, Camargo, Polaciones, Corvera de Toranzo, San Felices de Buelna y Arenas de Iguña.
En el siglo XVIII, con los nuevos cultivos y el aumento de las cosechas hicieron que las necesidades de almacenamiento fueran mayores y aparecieron entonces las paneras, más grandes que los hórreos, de planta rectangular, con mayor número de pies derechos y una cubierta a cuatro aguas con cumbrera. La falta de uso llevó al abandono de los hórreos y su progresiva desaparición, sólo en la comarca de Liébana se ha mantenido un número significativo de ellos, principalmente en el municipio de Camaleño.
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