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EL MACHICHACO

EL MACHICHACO

La mayor tragedia civil ocurrida en el s. XIX en España, tiene como protagonista un barco de vapor llamado Cabo Machichaco construido en 1882 y que en 1885 fue adquirido por la Compañía Ybarra para el servicio de cabotaje entre Bilbao y Sevilla, que hacía su primera escala en el puerto de Santander.

Este barco de vapor estaba atracado en el muelle saliente número 2 de Maliaño, frente a la actual Calle de Calderón de la Barca después de haber pasado una cuarentena en el lazareto de Pedrosa, debido a varios casos de cólera en Bilbao y transportaba diferentes materiales; harina, material siderúrgico, pero también transportaba varios garrafones de ácido sulfúrico en cubierta y algo más de 51 toneladas de dinamita, de cuya existencia no se había dado parte porque, según el reglamento del puerto de Santander, cualquier barco que transportase dinamita debía realizar sus operaciones de carga y descarga en el fondeadero de la Magdalena o al final de los muelles de Maliaño, localidad del actual municipio de Camargo.

El 3 de noviembre de 1893, a consecuencia de la explosión de una bombona de vidrio con ácido sulfúrico, se originó un incendio en la cubierta y después se extendió por las bodegas de proa las autoridades locales recibieron la información de un incendio a bordo del Cabo Machichaco, que se intentó apagar con los pocos medios disponibles del barco, los de los bomberos y los del gánguil de la Junta del Puerto. La mayoría de las autoridades locales y técnicos se involucraron en el incendio para tratar de sofocarlo.

 

 

Acudieron a prestar su ayuda las tripulaciones de los barcos que se encontraban fondeados o atracados, como el vapor correo Alfonso XIII. El capitán de este buque, Francisco Jaureguizar y Cagigal, y el capitán subinspector Francisco Cimiano ordenaron que el vapor Auxiliar nº 5, propiedad de la Compañía Trasatlántica Española, ayudase a extinguir el incendio. Y embarcaron en el Cabo Machichaco, junto con numerosos tripulantes del vapor Alfonso XIII. Acudieron para ayudar en la extinción del incendio las tripulaciones de los demás buques que estaban en Santander, entre ellos el barco francés Galindo, el inglés Eden y el transatlántico español Catalina, propiedad de la Naviera Pinillos.

El fuego atrajo multitud de curiosos, que, ajenos a lo que había en la bodega, contemplaban el fuego. A las cuatro de la tarde, con el incendio todavía presente, se supo el contenido de la embarcación. A pesar de ello, el público no fue retirado de la zona por las autoridades.

Una hora después, las dos bodegas de proa estallaron. La explosión produjo una gran tromba de agua de miles de toneladas, arrastrando a muchas personas al mar. La onda expansiva se propagó por toda la bahía. Algunos edificios cercanos se derrumbaron. Cientos de fragmentos de hierro salieron disparados a varios kilómetros de distancia. La magnitud de la explosión fue tal que un calabrote llegó hasta la localidad de Peñacastillo, a ocho kilómetros de distancia, y mató a una persona. Una ermita medieval situada en la mies de San Juan de Maliaño, a varios kilómetros de distancia, no pudo resistir la onda expansiva de la explosión y también se derrumbó. Todos los que subieron al barco, incluidos 32 tripulantes del Alfonso XIII y el capitán del mismo, Francisco Jaureguizar, dejaron su vida en la explosión que se produjo.

El resultado de la explosión fue de 590 muertos y 525 heridos, aunque otros citan unos 2.000 heridos. Fallecieron la mayor parte de las autoridades civiles y militares de Santander, incluido el gobernador civil Somoza (su bastón fue encontrado en la playa de San Martín, a miles de metros de distancia), además de bomberos, trabajadores y curiosos que se habían acercado para observar cómo ardía el barco.

Durante los meses siguientes al desastre, se intentó recuperar la dinamita restante del barco hundido en la bahía, pero de nuevo el barco volvió a ser protagonista de otra tragedia, pues el 21 de marzo de 1894 se produjo una explosión como consecuencia de estas labores y murieron 15 operarios. Santander tuvo que recuperarse de un desastre sin precedentes, puesto que muchas de las autoridades civiles, militares y bomberos fallecieron en la explosión. A pesar de ello, la recuperación económica y social de Santander fue progresiva.

Entre los monumentos y homenajes realizados destaca la obra de José María de Pereda, titulada Pachín González (1896), la litografía con un panteón conmemorativo editada por el poeta Marcos Linazasoro.

El primer monumento fue proyectado en el año 1896 por el arquitecto municipal santanderino Valentín Ramón Lavín Casalís (1863- 1939). Durante la tragedia, Lavín Casalís consiguió evitar la propagación del fuego causado por la explosión gracias a varias intervenciones de urgencia. El monumento, consistente en una gruesa cruz de piedra con perfil escalonado sujeta a un pedestal piramidal, tiene grabadas las fechas de las dos explosiones. La cruz también posee una figura construida en bronce que representa a una mujer doliente, la cual fue realizada por el escultor ovetense Cipriano Folgueras Doiztúa (1863- 1911). Se halla situado en la plaza de Cachavas, en el lugar aproximado de la explosión.

El monumento del cementerio de Ciriego fue realizado por A. García Cabezas. Está compuesto por un pilar polilobulado truncado y un féretro cubierto con un manto pétreo.

El Ayuntamiento de Santander realiza un homenaje cada 3 de noviembre a las víctimas de la catástrofe justo en frente del monumento que está situado entre la Estación Marítima y el Hotel Bahía en la calle Calderónde la Barca de Santander.

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